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Ni toda la oposición es clase media,
ni toda la clase media es opositora. Pero este post va dirigido a una falla en
la que incurre frecuentemente la intersección entre clase media y oposición
venezolana. Intersección de la que soy parte, y por eso comparto este ejercicio
de autocrítica.
Empecemos con la historia de la
señora Carmen: Carmen López tiene 4 hijos, 3 nietos y gana sueldo mínimo trabajando
en el sector público. Tendría que ahorrar casi 80 años todo, absolutamente todo
su sueldo, para pagar los 4.000.000 bs que cuesta —en septiembre de 2014— una
casa sencilla en Guarenas de 90 metros cuadrados. Así que su única esperanza es
la lista de Misión Vivienda, en la que se anotó con ilusión hace un par de
años. Carmen está registrada en el PSUV. No es que le fascinara el partido,
pero le gustaba Chávez y pensó que su familia tendría más oportunidades si se
inscribía.
La señora Carmen no entiende que la
inflación que no le permite comprarse una casa está relacionada directamente
con el irresponsable manejo macroeconómico de los gobiernos del fallecido Hugo
Chávez y de Nicolás Maduro. “¿Del mismo gobierno que decreta precios justos? ¿Del mismo gobierno que dice que los pobres somos
lo más importante?” Su hija Karina, que trabaja por su cuenta, le explica que eso
de los precios justos es lo que origina la escasez, pues es como si a ella la
obligaran a hacer y vender sus empanadas por menos de lo que le cuesta el
aceite, la harina, la carne molida y su
trabajo. Karina desconfía del PSUV y la desesperan las cadenas de Maduro, pero
se queda callada en el barrio “para no meterse en problemas”.
Los chavistas no han podido (o
querido) resolver la pobreza estructuralmente. Los más pragmáticos, porque
intuyen que la dependencia del gobierno es clave para seguir con el coroto. Los
más idealistas, porque aún esperan la gestación del Hombre Nuevo, que sepa vivir feliz y con
poco. Mientras tanto, el desastre económico. Y la clase media opositora se
pregunta: ¿Por qué la
señora Carmen sigue votando por el PSUV?
La respuesta está en lo que el
chavismo ha hecho bien: palpar la pobreza en rostros concretos. En historias
individuales y comunitarias con las que ha sido capaz de conectarse. Por el
contrario, gran parte de la clase media opositora ha fallado en entender las
narrativas de superación familiar, las recompensas simbólicas de acceder a
experiencias a las que uno nunca había accedido antes.
Por ejemplo: lo mejor que le ha pasado recientemente a la
señora Carmen es ver a su hijo menor, Goyo, con el birrete puesto, recibiendo el
diploma de médico comunitario. Nadie de la familia López se había graduado
hasta ahora. Cuando algunas personas de la oposición atacan estos programas por
brindar una educación mediocre, atacan —sin querer— estas
percepciones de superación.
Ojo, no estoy diciendo que nos
conformemos con servicios gubernamentales regulares tirando a malo: se trata de
ponernos en los zapatos del otro a la hora de hablar de todo lo que pueden mejorar
las misiones. El reto es entender los programas sociales no solo en lo
práctico; también en lo simbólico.
Me gusta Chúo Torrealba como
secretario de la MUD porque es una señal clara del peso que debe tener la sensibilidad social en las
propuestas y discurso de la Unidad. Estoy convencida de que esta conexión con
lo social es una tarea pendiente no sólo en Venezuela, sino para las clases
medias en todo el mundo. El momento de vincularse les ha llegado a unas más
rápido que a otras.
Pero un Chúo no es suficiente. Conectar
con las personas en situación de pobreza no corresponde únicamente a líderes
políticos o comunitarios. Requiere tiempo y energía de todos, recursos también
escasos en un país sumido en múltiples crisis. Pero hay que insistir, pues el contacto y la empatía
es lo que permite
que aquellos que no hemos vivido la pobreza en carne propia podamos entender
mejor el análisis costo-beneficio de las personas más vulnerables.
No se trata de ir con mentalidad de
conquistador o vendedor de enciclopedias que porta “la verdad”. El reto es estar
abierto a aprender y aportar. Aventurarse a entrar en el mundo del que opina
diferente. Conocer su historia, sus anhelos, e imaginar sus razones para pensar
como piensa. Conectarse emocionalmente, y que esa atmósfera albergue discusiones
enriquecidas por distintas perspectivas. Se trata de generar confianza, de
hacerse amigo de la señora Carmen. De empoderar a Karina para que no se sienta
sola explicando el origen de la escasez en el barrio. De comentarle a Goyo, el
médico comunitario, que podría dar un taller de primeros auxilios a los vecinos
en tu urbanización. Finalmente, se trata de crear vínculos que vayan más allá
de un evento electoral.
@darielasosa
*Foto cortesía Hoy Es Noticia
1 comentario:
Muy bueno Dari!!! Excelente reflexión!!!!
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