martes, 10 de agosto de 2010

Salvemos a los pollitos (Y acabemos con las verbenas).


¿Quién no es cautivado por una verbena escolar de la clase media venezolana?
 El padre -aunque lloró, gritó y pataleó- tiene la certeza de que será un día sin beisbol.  La madre DEBE ir a la verbena casi-casi en pinta de Primera Comunión, y de ñapa se comprometió a llevar una tortilla de papas, una empanada gallega y unas oreos que triturará para hacer merengadas.  El chamito prefiere quedarse jugando Wii, pero lo obligan a asistir al evento para que la psicóloga escolar no diga que tiene ¨problemas de relacionamiento¨.
Entonces hoy no será día de Rockband, sino de casa embrujada.
Y la señora lucha frenéticamente en el carro contra la mancha de grasa que la empanada gallega ha estampado en su guayabera.
Y el señor no verá cuando Santana picha, ya que estará cuidando las carteras de las mamás del kiosko italiano.
Llegaron al place. Ya in situ, la familia hace el recorrido social de rigor y se exponen ante monjas, curas, sociedad de padres y representantes y todo aquel digno de intercambios prefabricados de palabras.
El niño saluda a su maestra, firma una lista que es preludio a los listados psuvistas, e intenta buscar el juego menos miserable:
Afeita la bomba.
Lanza los aros.
Compra un ticket en la tómbola y, coincidiendo con la esperanza matemática de la mayoría de las tómbolas se lleva un premio espantoso.
Antes de entrar a la casa embrujada siente que nada peor puede pasar… Pero se equivoca:
En el fondo del patio, ha encontrado la estación de la “PESCA DEL POLLO”
Existe en Venezuela una curiosa costumbre de colocar estas avecillas domésticas como premio a la rifas de niños con una media etárea de 5 años. Los reciben en bolsas de papel marrón con huequitos abiertos por donde la víctima saca su piquito, sin saber el macabro destino que le espera.
De un colegio cuyo nombre no se revelará, se han podido recoger varios testimonios: Un pollito cae inesperadamente a la poceta y Fernandita (su dueña) en un momento de desesperación, aprieta la palanca, inicia el remolino, y se marcha la vida del pájaro.
 Otro pollito fue colocado por Robertico dentro del microondas gracias a la mal intencionada asesoría de su primo para la elaboración de nuggets. 
Finalmente, un trío de pollitos murieron aplastados por un colchón en el maletero de un hogar de una niñita que los negó tres veces.
El cementerio/infierno de los pollos must be like “El Mundo del Pollo”. Las aves en brasas girando sobre sus ejes como Prometeos encadenados. Las fauces humanas esperando un muslo, una pechuga, un guiso…
Pero, según lo relatado anteriormente, en el imaginario de los pollos tiene que haber igualmente cientos de infantes victimarios. Cientos de poseedores de barbies, carritos y muñequitos que anteceden la visión de la muerte.
Mejor rifemos tamagochis.  Yaquis. Pelotica e´goma. Regalemos tazos (¿eso existe todavía?) Otorguemos  premios inanimados que resulten mucho más seguros.
Sin embargo, eso es solo una victoria parcial. Si el pollo logra sobrevivir, se convertirá en Gallus Gallus, y finalmente… será un ingrediente crucial de esa empanada gallega que alguna vez podría ser llevada a una verbena escolar.

2 comentarios:

rox dijo...

jaaaaa lo tendre en cuenta en proximas verbenas! buena reflexion

Néstor dijo...

Yo pensé que ibas a contar la historia de cómo se pintan de colores a esas pobres "avecillas". ¿Lo harán con tinte de torta? ¿Con marcador? ¿Igora Royal? ¿Azul de metileno? ¿Producirá cáncer? ¿Tendrá alguna cábala? Di-os nos libere del pollo rojo.

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